Marcelo frente al espejo y el fantasma de Manuel

Manuel Camacho Solís y Marcelo Ebrard fueron cercanos, consentidos, casi incondicionales, pero al final no fueron los favoritos del presidente en turno.

Leonardo Kourchenko

Leonardo Kourchenko

La Aldea

Diálogo imaginario entre el hoy aspirante de Morena y su otrora mentor y padrino político, Manuel Camacho Solís.

Manuel: Los presidentes son veleidosos, volubles, cambiantes. No cumplen su palabra ni respetan los acuerdos. Eso me pasó a mí.

Marcelo: Mira nada más dónde me vino a colocar la historia, en la misma posición que a ti. Muy cercano, consentido, casi incondicional, pero al final, no el favorito.

Marcelo: ¿Te sirvió de algo la ruptura final? ¿La escapada al vacío? No conseguiste nada. Nos fuimos en blanco.

Manuel: Bueno, no en lo personal, pero contribuimos a la construcción de un país más democrático.

Marcelo: ¿Y eso de qué sirve? Tú no gobernaste, no fuiste presidente y te preparaste por años, construiste alianzas, reconciliaste grupos… ¡Como yo!

Manuel: Tal vez fue eso justamente, o por lo menos eso me dijo Carlos, lo que me hizo perder su confianza. ¿A ti porqué te desplazaron?

Marcelo: No lo sé. Le cumplí en todo, lo dejé pasar en 2012, lo apoyé incondicionalmente en la locura del 2006, pensé que teníamos un vínculo de lealtad inquebrantable. Soy el mejor, el más preparado, y prefiere a una mujer con poca preparación política.

Manuel: Lo mismo me pasó a mí. Me hicieron a un lado por un incondicional que al final, se le salió de control. Nunca sabremos quién lo mandó matar.

Marcelo: Pero, ¿qué hago? ¿Me voy o me quedo? Si no es ahora ya no habrá otra oportunidad. No me interesa ser presidente a los 70 años, nunca más estaré tan cerca.

Manuel: Yo me equivoqué. Pensé que sí podía por fuera. Que no necesitaba al partido. No pude solo, sin maquinaria ni operación en tierra.

Marcelo: Hay otros partidos que podrían recibirme, acogerme, me lo han propuesto.

Manuel: ¿Y tienen la fuerza? ¿El empuje? ¿La maquinaria para combatir frente a un partido en el poder?

Marcelo: Difícilmente. Algunos simpatizantes del partido del presidente me acompañarían, pero no un segmento significativo. Y por fuera, construir una alianza opositora conmigo al frente, hoy parece imposible cuando ha surgido otra candidata mujer de empuje y arrastre popular.

Manuel: Entonces no tienes muchas alternativas. Jugarla por fuera, te meterá a las páginas de la historia como el impulsor de cambios, detonador de partidos y procesos, pero no llegarás al poder. Te lo digo yo.

Marcelo: Yo quiero jugar por dentro, de acuedo a las reglas, pero mis contrincantes las violan todos los días con la venia del presidente.

Manuel: Has jugado al institucional, tal vez tendrá sus réditos si te disciplinas. Algún premio o concesión. Pero no veo cómo cambiar la ecuación. ¿Por qué no eres el favorito?

Marcelo: Él piensa que no garantizo la continuidad, que mi gobierno será distinto al suyo y con otras estrategias.

Manuel: ¿Y tiene razón?

Marcelo: ¡Por supuesto que sí! No voy a trabajar seis años con la banda en el pecho para levantar el monumento a su gobierno y movimiento. Voy a trabajar para mi lugar en la historia. Cada quien tiene su momento y su oportunidad.

Manuel: Carlos pensó lo mismo conmigo, perdí su confianza, pensó que no lo cuidaría a él y a su familia. Y ya ves lo que pasó, con su hermano Raúl, la huelga, los crímenes, la debacle nacional.

Marcelo: Pero Andrés sabe que lo voy a cuidar, a él y a sus hijos. ¡Ya lo hice cuando fui jefe de Gobierno! Estuvo protegido, financiado, con múltiples recursos y apoyos. No sé por qué desconfía.

Manuel: Porque te conoce y sabe que gobernarás para ti y no para él. Con la banda en el pecho y en la Silla del Águila, todo cambia. Lo sabe, prefiere a alguien más maleable.

Marcelo: Entonces estoy perdido… no tengo futuro.

Manuel: Sí tienes… yo tuve. No el estelar, pero roles y funciones trascendentes para el país y la democracia. Tú puedes jugar y apoyar ahí. Senado, diputados, embajadas, renovación de partidos, organismos internacionales.

Marcelo: No quiero. Me cansé de ser una marioneta. Este es mi momento y pienso ir con todo.

Manuel: ¡Cuidado! Luego te quedas solo, en el vacío, te abuchean, te llaman traidor y hasta asesino. Calibra bien las jugadas, a mí me ganaron la soberbia y el amor propio. Fueron lecciones dolorosas que pagué con creces. No cometas mis errores.

Y el fantasma se desvanece frente al espejo, dejando al aspirante reflexivo, conflictuado, en la angustia de la indecisión.

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